2x15: EL CASO DE LOS "MÁRTIRES DE CAJONOS" Víctor de la Cruz
La lucha era franca entre la luz del Evangelio y las tinieblas del error, entre el culto que se estableció al único y verdadero Dios y los fantasmas de la idolatría, que muchos de los indígenas procuraron conservar, aunque sólo en los montes y en los antros más recónditos de la tierra. La primera de dichas épocas "comprende el
espacio que media entre la conquista de México y la conversión
de los pueblos de Caxonos"; la segunda, según el reverendísimo,
"abarca el periodo de un siglo y medio, hasta el año de 1700,
cuando fueron martirizados por los pueblos coligados de Caxonos, los venerables
fiscales D. Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles". La importancia de los pueblos Caxonos en la historia de
la Iglesia católica oaxaqueña parece derivar del hecho de
que este alzamiento fue el único por motivos estrictamente religiosos;
porque si bien la rebelión de Tehuantepec de 1660 fue de mayor
extensión geográfica y duración temporal, sus motivos
fueron económicos, étnicos y políticos, pero no religiosos,
por lo menos así lo pensó monseñor Gillow. No hace mucho un sacerdote, dedicado a inculcar la fe
católica como parte su labor evangelizadora, en su papel de sociólogo
ha observado que la religión indígena es una forma de resistencia
cultural: "La persecusión antiidolátrica empujó
a la antigua religión a la clandestinidad cumpliendo desde entonces
funciones de resistencia cultural." Es decir, cumpliendo funciones
anticoloniales, agregaría por mi parte. El mismo Enrique Marroquín distingue tres etapas
en el proceso de evangelización oaxaqueña, destacándose
la primera por ser masiva, precipitada y coactiva; cuando la nueva fe
se impone mediante el uso de la fuerza y los frailes persiguen a quienes
continúan practicado la religión indígena, a quienes
descalifican bajo el nombre de "idólatras". Los ejemplos de esta etapa abundan y muchos de ellos están
documentados en los dos tomos de la Geográfica Descripción
de fray Francisco de Burgoa, cronista de la orden dominicana, que llevó
a cabo la conquista religiosa en la provincia oaxaqueña; mas aquí
sólo expondremos, a manera de ejemplo, lo que registró Gillow
en sus apuntes históricos sobre uno de los grupos de la familia
lingüística zapoteca, llamados Benexon. Como antecedente de la rebelión de los seis pueblos Caxonos, Gillow cita el "delito" cometido por el pueblo de Sogocho en el año de 1691, un acto de superstición solemne o un acto de idolatría, y de lo que tenemos del proceso se deduce con claridad el espíritu de odio a la religion cristiana, que animaba a los reos, como tambien el fervor católico del Padre Misionero y la persecusion que tuvo que sostener con eminente peligro de su vida. Lo que provocó la sublevación de los benne
xon, o zapotecos de la región llamada Caxonos, el 15 de septiembre
de 1700, fue la delación cometida por Juan Bautista y Jacinto de
los Ángeles -llamados por la Iglesia católica "mártires
de San Francisco Caxonos"-; y, sobre todo, la destrucción
llevada a cabo por fray Gaspar de los Reyes de los objetos del culto indígena: y en razón á su oficio de fiscales de la Vicaría, le dieron parte de que aquella noche estaban convocados los indios para un acto solemne de idolatría, en la casa de un indio llamado José Flores, la cual estaba situada detrás de la Iglesia, en una planicie que queda más abajo. Añadieron los fiscales como se estaba disponiendo ya, en dicha casa, los gallos y tamales que habian de ofrecerse; Un fragmento del relato de la profanación y la
destrucción llevada a cabo por el vicario y sus secuaces en la
ceremonia religiosa indígena es el siguiente: ...gritándoles el P. Vicario poseido de santa indignacion, ¡qué vergüenza es ésta! les dijo; y estando reprendiéndoles severamente su apostasía, José de Balsalobre fué el primero en desenvainar la espada, y diciéndoles ¡ah, perros, qué es esto que estais haciendo! arremetió con ímpetu contra los idólatras allí reunidos, dándoles de cintarazos. La descripción del lugar, según el relato del obispo Gillow, no se distingue mucho de lo que podemos observar actualmente en diferentes comunidades indígenas de Oaxaca. Y la reacción de los comuneros Caxonos, a la profanación de su culto y delación de Juan Bautista y Jacindo de los Ángeles, fue exigir la entrega de éstos para ser juzgados por traidores a los bene xon; entrega a la cual se opuso fray Gaspar de los Reyes, quien se atrincheró en el convento en San Francisco, acompañado de algunos españoles armados y los traidores. Al ser tomado el convento por asalto de los alzados, los españoles hirieron a un indio y mataron a otro, según el relato nada imparcial de monseñor Gillow. Finalmente los dos delatores pagaron con su vida la traición a su pueblo, pero los españoles no se quedaron con los brazos cruzados; pidieron ayuda al alcalde mayor de Villa Alta, quien llegó con su fuerzas el 16 de septiembre en la madrugada. Ya estando el alcalde mayor en San Francisco Caxonos, en la tarde del mismo día aparecieron "unos ochenta hombres armados de coas y palos", quienes demolieron las casas de los delatores. Los españoles se cobraron con creces las vidas de sus aliados; después de un juicio en el cual los acusados no tuvieron realmente defensa, porque lo que se trataba era sembrar el terror para que su castigo sirviera de escarmiento a los indígenas, quince de quienes intervinieron en el alzamiento fueron ejecutados el 11 de enero de 1702 y sus cabezas clavadas en estacas y expuestas en la plaza y en los caminos del pueblo de San Francisco. Pero como la colonización no ha terminado, actualmente los jerarcas de la Iglesia católica lograron la canonización de sus dos mártires, o delatores para los leales a la religión indígena; sin mencionar el descuartizamiento de los 15 indios zapotecos, así como la colocación de sus cabezas en la plaza y en los caminos de San Francisco Caxonos. No obstante la labor propagandística de la Iglesia católica a favor de sus dos "fiscales" martirizados, los leales a la memoria de los bene xon tampoco olvidan a sus quince mártires, como podemos ver en la nota publicada el periódico Noticias en enero del año 2000. La disputa se dio y se sigue dando en y por los espacios sagrados, entre los frailes que reprimían los antiguos cultos para imponer su religión y los indígenas que querían conservar la suya. Explicaré, por lo tanto, qué se entiende por estos términos. Por espacios sagrados entendemos aquí "aquellos donde se realiza el encuentro del ser humano con los dioses, o donde lo sagrado se manifiesta a los hombres". Así que "no son resultado de la elección humana, sino, más bien, sitios donde se han producido manifestaciones extraordinarias de las potencias sobrenaturales". Ahora relataré las artimañas de los colonizadores para disputar los espacios sagrados de la antigua religión a los indígenas. Para sacralizar a los delatores antes mencionados, no sabemos si Gillow inventa o simplemente registra una truculenta trama de telenovela, condimentada con un frustado romance entre una viuda y un pretendiente, presunto asesino de su esposo: el Juan Piche se comprometió á enseñarle los restos de su marido [Jacinto de los Ángeles], y al efecto la llevó al lugar donde estaban enterrados los restos de los mártires, que era en el crucero de Xaganiza con Santo Domingo Caxonos, donde se colocaron despues unas cruces. Al llegar la viuda de Jacinto al lugar señalado por Juan Piche, vió una mata de azucena de Castilla muy frondosa que tenia una hermosa flor abierta, la cual azucena no se da en el monte sino solamente en los solares y bajo cultivo. [...] y procediendo desde luego á exhumar los restos mortales, encontraron, en efecto, el esqueleto de un hombre, estando los huesos bien conservados y muy blancos, advirtiendo que el lugar donde hallaron la flor de azucena, correspondía al del corazón en el cuerpo del difunto. Por supuesto, el lugar de la aparición de los restos de los mártires a quienes se busca sacralizar no se designó al azar, sino que fue escogido y elaborado como un viejo cuadro cristiano, con todo y azucena floreciendo en lo que fue el centro de la vida del muerto, el corazón; condimentado con un lío amoroso y la manipulación de los resultados de un examen científico de unos huesos. Los médicos cirujanos nombrados por el obispo para examinar los huesos fueron Fernando Sologuren, Ramón Castillo y Nicolás León. No sé duda de la capacidad científica que en su momento tuvieron quienes examinaron los supuestos huesos de los fiscales ajusticiados, sino de que los huesos fueran realmente de ellos, pues los rebeldes los desaparecieron.
Burgoa, en su Geográfica descripción, nos habla de otra
de las disputas que dieron los dominicos por un espacio sagrado a propósito
de una hija de Cosijoeza, llamada Pinopiaa; quien en su viaje a Tehuantepec
-adonde su padre la había mandado para gobernar con su hermano
Cocijopi esta región y la de Soconusco- murió en Jalapa.
En este lugar, en un montecillo o cueva, primero se le rindió culto
como "una piedra blanca, labrada al modo de un hacho de bolos";
después, con la llegada de los frailes colonizadores, el culto
se transfirió a Santa Catarina de Sena, según el mismo cronista
dominico. El lugar elegido para el escenario de la telenovela era y es todavía un espacio sagrado en la geografía de los descendientes de los binnigula'sa', según escribió el propio Gillow. En el capítulo X, donde hace una lista de las "idolatrías y supersticiones" que existían a fines del siglo XIX en los pueblos de Caxonos y sus alrededores", el obispo porfirista escribió: Encontrándose en el pueblo de San Pablo Xaganisa,
perteneciente á la parroquia de Caxonos, el Sr. Prb. Juan M. Muñoz
Cano, hoy Cura del Sagrario de la Catedral de Oaxaca, le llevaron á
un manantial de agua que riega todo aquel pueblo, cuyo manantial es una
especie de cueva de donde sale el agua en abundancia. Le habían
asegurado poco ántes que aquel era lugar de idolatría, y
habiendo llegado á él, ordenó á algunos de
los que le acompañaban se entrasen en aquella cueva para ver lo
que habia en ella. Eran todos jóvenes indígenas, y al decirles
que sacaran el santo que estaba allí dentro, quedaron todos sorprendidos,
y como resistiéndose á ejecutar lo que se les mandaba; mas
instándoles de nuevo y valiéndose de llamar santo al ídolo
que suponia habia en la cueva, se metieron en ella dos niños, y
al poco rato sacaron un ídolo de piedra, como de una tercia de
alto, un braserito de barro con carbon encima, y unas plumas de pavo ó
guajolote. En esa región, entonces, tenemos dos hitos históricos
de la colonización, desde el punto de vista de los colonizadores;
pero, ¿cuál es la visión de los colonizados o de
los vencidos? Ellos no han dicho su palabra, porque la historia la escriben
los vencedores, ni nosotros la hemos averiguado. Sin embargo ante el empuje
de los criollos por uniformar creencias, cultura y gustos, debemos investigar
y escribir la visión de los vencidos en la guerra santa iniciada
por los españoles y cuya obra hoy quiere redondear sus descendientes
recién llegados al poder.
BIBLIOGRAFÍA Burgoa, Francisco de, Fr. Geográfica descripción, tomo II, Editorial Porrúa, S. A., México, 1989. De la Garza, Mercedes. Rostros de lo sagrado en el mundo maya, PAIDÓS- Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, Biblioteca Iberoamericana de Ensayo, México, 1998. Esparza, Manuel. Convento de la madre de dios de Santa Catarina de Sena, Edición del autor, México, 2000. Gillow, Eulogio G. Apuntes históricos por el Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Dr. Dn.,..., Obispo de Antequera, Diócesis de Oaxaca, Primera edición facsimilar de la publicada en 1889, Ediciones Toledo, México, 1990. Marroquín Zaleta, Enrique. Aproximaciones a la religión indígena de Oaxaca: La cruz mesiánica y el culto a los santos, Instituto de Investigaciones Sociológicas-UABJO, Cuadernos de Investigación, Oaxaca, Oax., 1987. Manso de Contreras, Christobal. La rebelión de Tehuantepec. Edición e Introducción de Víctor de la Cruz, Publicación del H. Ayuntamiento Popular de Juchitán, Oaxaca, México, 1983. |
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